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La historia de la comarca del Txingudi y la conciencia colectiva de sus gentes están indiscutiblemente marcadas por la frontera.

Una frontera que físicamente ha desaparecido, pero que ha marcado para convertirse en el valor y atractivo de esta comarca.

El río Bidasoa ha sido casi siempre el encargado de dibujar la línea divisoria entre Francia y España. Las relaciones entre Irun, Hondarribia y Hendaya han estado eternamente influenciadas por las limitaciones que supone una frontera política claramente definida.

Antes de 1841, fecha del tercer y definitivo traslado de las aduanas españolas a las fronteras del Estado, Irun dependía de Hondarribia y Hendaya apenas contaba con unos pocos caseríos.

La llegada de la aduana provocó cambios e Irun inició un despegue económico convirtiéndose rápidamente en la segunda población más importante de la provincia.

Han sido muchos los acontecimientos históricos que han dejado su impronta entorno a la frontera-aduana del Txingudi. En 1914, estallaba la Primera Guerra Mundial provocando el cierre inmediato de las fronteras. Este hecho repercutió enormemente en todas las manifestaciones de la vida irunesa y las personas que lograron hacerse con un pase especial pudieron cruzar la frontera. El contrabando se convirtió en un recurso fundamental para el sustento de muchas familias destacando sobretodo el suministro de alimentos y el paso clandestino de obreros españoles y portugueses con destino a las fábricas francesas de armamento.

Las fronteras también se cerraron a cal y canto durante la Guerra Civil Española y la situación se prolongó durante toda la Segunda Guerra Mundial. Terminaron las guerras pero la frontera siguió cerrada. Como presión contra el régimen político de Franco, España sufrió un bloqueo económico internacional que impidió la entrada de cualquier tipo de producto del exterior.

Tras años de aislamiento y de una total ausencia de relaciones tanto a nivel administrativo como vecinal, un día, de repente, la frontera se abrió. De un día para otro los vecinos pudieron relacionarse casi como si nada hubiera pasado.

Tres localidades que se han dado la espalda durante años comparten ahora lugares de ocio y divertimento y tras décadas de total ausencia de relaciones vecinales, por fin, se ha restablecido la interacción social. Las políticas municipales han dado ahora paso a una política de la mancomunidad y los servicios públicos se comparten equitativamente; y gracias a la creación y al trabajo de coordinación y cooperación del Consorcio Transfronterizo Bidasoa-Txingudi y sus miembros surgen ambiciosos proyectos al servicio de los actores económicos de la bahía y el bienestar de los ciudadanos.

Mayor ilustración de la unión entre las tres ciudades: el Camino de la Bahía, proyecto iniciado en 2004, es un paseo que transcurre por los lugares de mayor interés patrimonial, histórico y medioambiental. En definitiva, un paseo inigualable por los lugares más significativos que se puede emprender a pie, sobre patines o en bicicleta, ofreciendo una vista panorámica de Bidasoa-Txingudi